De todo se aprende

Dada mi actual estancia en una casa antigua situada en un pequeño pueblo, tengo dificultades para acceder a los medios de comunicación: estoy sin televisión (me pierdo la totalidad de los Juegos Olímpicos) y con un acceso un tanto limitado a Internet. Sirva este preámbulo para decir que no vi el partido de baloncesto entre España y Estados Unidos.

La diferencia que señala el marcador es de todas maneras lo suficientemente elocuente para concluir que a un equipo le salió todo bien y al otro todo lo contrario. Digo esto porque la real diferencia de potencial entre ambos –que indudablemente la hay- no es tanta.

Aíto señalaba después del partido que los americanos habían salido especialmente motivados contra España. Normal. Se había especulado mucho sobre el potencial español –y europeo en general- y se les estaba equiparando a los reyes del mambo -léase baloncesto.

Escocidos con las últimas experiencias internacionales, los estadounidenses se han tomado el torneo olímpico más en serio de lo que nos pensábamos. No están para tolerar más humillaciones a cargo de otros países y el palizón que les dieron a los griegos tenía todos los ingredientes de una venganza en toda la regla.

Con España han querido poner los puntos sobre las íes y dejar bien claro quién es el amo en este deporte. Señalaba en mi última aportación que una paliza –¡y vaya si 37 puntos de diferencia lo es!- dejaría tocada la moral del perdedor. Espero equivocarme y que los de Aíto hayan aprendido la lección de motivación y concentración que recibieron ayer.

No nos hagamos demasiadas ilusiones: ellos son mejores y lo más probable es que ganen el oro. Pero hay que ponerles las cosas más difíciles y sobre todo no olvidarse del resto de selecciones. No vaya a ser que pensando en cazar al oso nos vaya a devorar el perro.